281.- Elecciones y el rol cumplido por la abogacía. La Defensa. Editorial, octubre del 2019. - RJCornaglia

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 Revista La Defensa del IDEL-FACA, octubre del 2019.
Editorial.
Elecciones y el rol cumplido  por la abogacía,
Por Ricardo J. Cornaglia
Cuando una sociedad pasa por una crisis, tiene varias posibilidades. Una es sucumbir. Otra es crecer y superarla. Otra, es prolongar la situación caótica manteniéndose viva, subsistiendo a toda costa. Si es necesario dejando jirones de su dignidad en el camino. Pero esto, por más crónico que se haga, tiene fin.
En esta última instancia, nos venimos sosteniendo como podemos, por décadas, con militares haciendo política, golpe de estado, tras golpe de estado. Luego, también por décadas, elección tras elección, desde 1983 hasta ahora, con políticos profesionales. En gran medida luciendo títulos de abogado.
La subsistencia crónica de la crisis maravilla al mundo que nos observa.
A fuer de leales, los abogados como gremio, como manifestación cultural por excelencia de la disciplina que es guardiana del saber jurídico, cargamos con una importante cuota de responsabilidad en el estado de cosas existente. El fracaso del poder viste ropaje jurídico.
Nosotros representamos a la ciudadanía que paga las consecuencias de la crisis y aunque también la sufrimos, nuestros padecer no es comparable con el de nuestros representados.
En lo institucional, el fracaso de los argentinos, suele ser la suerte de algunos abogados. En esos casos hay razones objetivas para que nos transformemos en agentes conservadores del orden de la crisis de la cual se lucra.
Es cierto que la profesión notoriamente se proletariza, pero cuando lo hace, si puede enrola la burocracia parasitaria. Vive trabajosamente, agotándose, simulando que trabaja, si es posible sin hacer nada. Flotando. Dejándose llevar por la corriente. De esto por supuesto no escapan muchos de esos abogados, que son jueces. Ni los que se dedican a la política como profesión y no como servicio. Burócratas por excelencia.
Estos últimos, en especial son responsables, especialmente responsables, del deterioro institucional. De los tres poderes republicanos, de la estructura viciada del federalismo, de la corrupción de la democracia representativa, de la existencia de movimientos electorales que suplen a partidos políticos genuinos, de la complicidad en la corrupción económica, del desinterés ante el desempleo creciente, la inflación galopante, la marginalización y el hambre de muchos. En definitiva, del renunciamiento en la lucha por el derecho de aquellos que tienen más necesidad de defensa. Esa lucha que no divorció a la norma jurídica, de la moral republicana. Que no hace la vista gorda, ante la desigualdad, la inequidad, la injusticia social, el endeudamiento externo e interno, el deterioro de la salud pública y el abandono de la educación laica, igualitaria y democrática.
La sociedad de consumo, los secretos encantos de la burguesía, el riesgo que el desafío del trabajo creativo conlleva, nos empuja en tropel a contribuir a la crisis, para prolongar sus efectos. Para vivir de ella.
Estas elecciones en que participaremos los argentinos dentro de pocos días, no dejan de ser un milagro democrático modesto, que de atenernos a los programas que se conocen (¿), difusos, imprecisos, sin plataformas conocidas, sin asambleas de ciudadanos que los discutan tema a tema y entendiendo causas para procurar soluciones, no dejan de ser un ejemplo de prometer reformar, sin ni siquiera intentar explicar el cómo.
Un año parlamentario como el que pasamos, para un instituto de estudios legislativos como el que publica esta revista, nos fuerza a hacer este balance, que da vergüenza ajena e impulsa a estos juicios de valor.
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